
EL MARTIRIO DE SER VEGETARIANO EN COLOMBIA
Ser vegetariano en Colombia llega a ser un martirio. En este país tener un estilo de vida vegetariano o vegano es particularmente difícil. Y no solo por las preguntas incómodas de ¿y tú qué comes? O el repetitivo chiste de tío o tía en reuniones familiares: “compramos lechuga para ti”. Pan de cada día para todo vegetariano o vegano en Colombia.
Sí, parte del reto de ser vegetariano, en casi todo el mundo, es tener que acostumbrarse a esos comentarios incomprensivos o burlones. Pero en Colombia a esto se le suman más retos que hace que ser vegetariano sea particularmente difícil. Y no digo difícil por tener que rechazar el plato de sancocho que ofrece la abuela todos los domingos o por tener que llenarse a punta de papa cuando hay asado familiar. Sino por el mismo modelo agrónomo del país. El hecho de que encontrar comida vegetariana sea difícil que realmente sea más costoso tener una dieta vegetariana y que culturalmente en Colombia, no comer carne esté en contra del chip colombiano, se debe en gran parte por la historia agraria del país.
Entrevisté a Shawn Van Ausdal, historiador agrario y Ph.D. de la Universidad de California en Berkeley, y contó que durante el siglo XX, el Estado implementó una serie de políticas racistas que buscaban civilizar la población colombiana a través de la higiene y el blanqueamiento racial y cultural. Enmarcado en este proyecto civilizatorio, el estado incentivó el consumo y la producción de carne, ya que se creía que la dieta jugaba un papel importante en el grado de civilización de una población. A los dirigentes colombianos se les ocurrió la brillante idea de que si los europeos consumían mucha más proteína, el consumo de más carne parecía ser una forma de hacer que la población fuese más civilizada como la endiosada civilización europea. Estas políticas, para mal, funcionaron y lograron cambiar la forma de pensar de la población exitosamente.
Hoy, es evidente como el modelo agronómico colombiano le da más importancia a la producción de carne comparativamente con la producción agrícola. Según Andrés Guhl (Ph.D. en Geografía) de los 43 millones de hectáreas que están censadas para el uso agropecuario, alrededor de 34.5 millones son pastos que generalmente son usados para la ganadería. En Colombia, producir carne es muy sencillo y es barato en comparación con otros países, precisamente por la gran disponibilidad de tierras y el uso principalmente ganadero de estas.
El modelo agronómico del país está pensado para que sea fácil, bueno y relativamente rentable tener animales para la producción de carne. El tener vacas por ejemplo, se ha convertido en una fuente de seguridad para muchas familias campesinas. – Si un campesino o hacendado se endeuda, es muy fácil vender una vaca para capitalizar. Tener animales es bueno y fácil en términos económicos– afirma Guhl.
Además del modelo agronómico de hoy, el legado histórico lo comparten las ideas sobre la comida, e incluso la misma dieta, de los colombianos. “En Colombia, la dieta se basa mayormente en harinas y carne. No se consumen muchas verduras, y cuando lo hacen, si lo piensas siempre están dentro de la sopita. A veces hay ensaladas, pero los colombianos consumen pocas verduras, y cuando lo hacen suelen estar dentro de la sopa.” me cuenta Van Ausdal. Así que si lo piensan, ser vegetariano en Colombia es ir completamente en contra de la corriente. Si comiéramos la dieta usual colombiana, las opciones se nos limitan a comer papas y arroz, lo cual hace que la dieta para nosotros los vegetarianos sea repetitiva y además no sostenible en términos nutricionales.
Pero lo difícil no se queda allí, además de la papa y el arroz que eventualmente nos toca comernos, ser vegetariano también implica problemas sociales que vuelven aún más difícil la experiencia. Cuando mi tío hace los chistes de la lechuga, no solamente se queda en el chiste que no me causa risa, sino que detrás del chiste está toda una relación complicada por no compartir comida en familia. Si mis amigos organizan una comida, siempre está la pregunta de ¿y qué carajos le damos al vegetariano? Esto hace que los vegetarianos, al ir en contra de la corriente de las costumbres en Colombia, la tengamos más difícil en los espacios donde normalmente habitamos con nuestro círculo social. El hecho de compartir comida hace que se creen lazos, y cuando la dieta es distinta, hay lazos que simplemente se dejan de compartir.

Además de ello, que la producción de carne sea tan sencilla y barata en comparación a otros países, hace que llevar una dieta vegetariana si sea más costoso. Le pregunté a Shawn Van Ausdal sobre qué implicaba ser vegetariano para una persona de escasos recursos, y me dijo que uno de los grandes problemas de ser vegetariano era precisamente que no es tan barato. Me explicó también que esto depende de lo que uno compre en Colombia pues, por ejemplo aunque algunas verduras sean más baratas que la carne. Por ejemplo, la espinaca, disminuye muchísimo su tamaño incluso si uno cocina una gran porción, así que en términos de calorías y de llenarse con la comida empieza a ser más costoso- Y sí, se vuelve más costoso, no porque la zanahoria cueste más que el pollo. Sino porque para poder llenarme como me llenaría comiendo pollo y para poder obtener el mismo valor nutricional termina siendo más costoso de lo que usualmente se cree.
No es que el modelo haga que haya más carne que papas en la plaza, o que sea más difícil encontrar zanahorias que cerdo. Sino que este modelo hace que la gran mayoría de colombianos no contemplen una dieta sin carne, en tanto se ha cambiado la misma concepción de la dieta, privilegiando el consumo de carne y haciendo que casi que se equipare la facilidad de consumir carne que la facilidad de consumir alimentos de origen vegetal. Detrás del comentario de las lechugas que nos toca aguantar, hay una realidad de un ciclo de dificultad que comienza con la producción agropecuaria en Colombia y nuestro mal uso de la tierra.